Entramos hoy en Fase 1. Euforia en las calles. Solecito. El bareto de enfrente ha puesto en la calle dos mesas por las que han desfilado durante toda la mañana multitud de portadores.

 

Habrá nuevo brote, fijo, pero quién puede parar esta alegría que nos trae el sol de mayo…

 

Ni pensar quiero en volver a esas caminatas por mi casa, mirando la tarima del suelo, a pasito ligero, hasta completar cinco kilómetros. Ejercicio carcelario…

 

Mascarillas. El paisaje se ha vuelto como el de un país musulmán: caras cubiertas, aunque afortunadamente no hay discriminación. Tapan sus caras hombres y mujeres.

 

Síntoma alarmante: el desinterés de unos por otros. El aislamiento ha hecho que dejemos de preocuparnos de lo que le pasa a otro. Bastante tenemos con ocuparnos de mantenernos a salvo de la amenaza. Las conversaciones telefónicas decaen o caen, en ataques virulentos contra los culpables de esto (que cada uno tiene los suyos, claro)

 

Vamos a esperar a la Fase 2. Esperanza en ella…


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