Si mi madre estuviera aquí y se asomara a la ventana, sin dudarlo diría: “No hay ni un alma por la calle, parece que anda perro malo…”

Y efectivamente, anda perro malo.

Hoy, ha amanecido nublado, ha bajado la temperatura impropiamente, el invierno ha vuelto. Los empleados municipales han desinfectado los contenedores de la basura. Los brotes de los árboles del parque de enfrente, que no saben de virus, estallan con plenitud y provocan la envidia. Pasa un coche despacito, como pidiendo perdón…, una ambulancia con no se sabe que carga vírica, un coche de policía municipal que tranquiliza…

Me tranquiliza también que mi madre no haya vivido esto. Por sus miedos, por su asma, por sus recuerdos de la guerra, por sus angustias infinitas. Y porque, es verdad, y en la calle en estos momentos, ella lo hubiera dicho: “Anda perro malo…”


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