imagesEra lo peor. Era la cárcel, el hoyo, la inactividad, la inutilidad, la vergüenza…, en definitiva el desprecio del grupo.

 

Así expresábamos, en los juegos,  siendo niños y adolescentes, cuando quedabas fuera del juego, porque tu torpeza o despiste te llevaba a fallar y,  como consecuencia, a no poder seguir jugando: tú te vas al rinche, y allí te quedabas, mirando, pero mirando bajo, sin atreverte a mirar a la cara a los demás del equipo que te fulminaban con ojos de desprecio, hasta que la marimandona o marimandón del grupo decía que ya podías reintegrarte, que habías expiado tu falta.

 

Cuando vas entrando en la madurez, recuerdas aquello con distancia, con superioridad, pero con cierto rencorcillo que nunca muere, porque lo sufrido en la infancia y adolescencia marca, y marca mucho…

 

Pero lo peor llega cuando ya vas saliendo de ese periodo de plena madurez que te ha ido dando seguridad y poderío para actuar, olvidar y vivir plenamente, cuando vas entrando en ese otro periodo de cuesta abajo vital que, no es que la voz de la marimandona te mande al rinche, es que son circunstancias, personas, vivencias y actitudes que lenta, pero inexorablemente te están mandando al rinche sin remedio…


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