Hilos-de-agua-cayendo-por-la-ladera-de-la-pendiente-boscosaAparecen cuando menos te lo esperas. Son los hilillos de agua que te anuncian que vas cuesta abajo, que no controlas, que en cualquier momento te estrellas.

 

Por ellos se te empieza a escapar la vida. No se pueden dirigir, el cuerpo ya no tiene energía para mandarlos, para encauzarlos…

 

Puede empezar por los ojos, esas lágrimas que se caen y no expresan ningún dolor, sino vejez. Puede ser el goteo de la nariz que, sin tú sentirlo, te llega al suelo. O la baba por la comisura del labio a la que no sujetas, a la que ni siquiera sientes. O el hilillo más humillante, el que se escapa de tu vejiga, el que te hace necesitar un pañal y un vigilante que lo cambie.

 

Es el río de la vida que se te va, que busca salidas, que abandona un lugar que ya siente frío y poco acogedor, que, en definitiva, ha cumplido el ciclo del agua, el de la vida…


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