¿Por qué a los muertos hay que meterles en una caja? Fácil, porque en esa caja hay que colocar todo aquello que, aquí, no se debe nunca quedar: sus sueños rotos, sus rencores, sus envidias, sus dolores, sus deseos inconfesables, sus feas ambiciones descontroladas, sus zozobras, sus pecados de omisión, sus miserias…

 

Aquí, viviendo entre los suyos, debe quedar el amor, la buena experiencia, los consejos beneficiosos, las historias bonitas, la belleza…

 

Y así el mundo se va liberando de lo malo y quedándose sembrado, exclusivamente, de lo bueno. La eterna lucha entre el BIEN y el MAL.

 

¿No lo notáis?


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