Muy pronto descubrieron mis hijos la hipocresía. Hay que reconocer que eran listos desde muy pequeños.

 

Ella, (seis años):

 

“Mamá he descubierto una cosa. Cuando tú nos dejas en casa de alguna amiga tuya y te vas, no nos tratan igual que cuando tú estás delante”

 

Él, (siete; los niños tardan más):

 

“Mamá, mi amigo (el del alma), delante de los demás niños hace como que no le importan las notas ni el cole, pero delante de los profes hace como que sí…”

 

Eso ellos. Yo, a los ocho años, descubrí las olas del mar.

 

Y ¿qué pasa con estos descubrimientos que hicimos los tres? Pues, sencillamente, que nadie puede parar la hipocresía y que ahí siguen, incansables, las olas del mar…

 


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