Se les ve enseguida, entre otras cosas por lo que brillan, o por lo que  quieren brillar. Son duros, para eso son de acero, no les afectan mucho las penas de los demás, entre otras cosas, porque, aunque preguntan por ellas, nunca oyen la respuesta, están pendientes de ellos mismos, de su brillo de acero, de su ubicación, de sus miserias. Están hablando contigo y ya están preparando la frase para el que viene caminando. Son prepotentes, todo gira alrededor de sus destellos. Olvidan fácilmente las pequeñeces de los demás: sus nombres, sus detalles vitales, ¿para qué un esfuerzo por otro existiendo él? Compran para ellos, viven para ellos, engañan al que se deja con el parloteo de acero inoxidable. Nunca serán de oro, pero ¡anda qué no hay!


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