Yo sé siempre que, inequívocamente, sin lugar a dudas, con toda certeza,  ha llegado la Navidad por un motivo: tengo una conocida que vive en este mismo pueblo en el que yo habito, y que, durante once meses y tres cuartos del otro, me saluda con desgana, arrastra delante de mí su cara de vinagre con trabajo y farfulla el adiós con distancia, pero ¡oh dios!, un día de diciembre me la encuentro y ya le ha poseído el espíritu de la Navidad, se ha adueñado de ella, le ha invadido y, sin mediar palabra ,se lanza sobre mí, me sonríe, me da un medio beso y me desea felices pascuas. Es la señal, yo saco mi árbol, mis villancicos, mis figuritas y empiezo el ritual. Adoro la Navidad y ella que, tiene lo suyo, a mí, en cambio, me sirve de arcángel San Gabriel. Es la vida.


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