Para los cubanos es un verbo fundamental. Se levantan y salen a la calle a resolver: la comida, el vestido, la salud…, ellos se solucionan lo más importante de la vida, cuando esta vida se ha convertido en lucha por la supervivencia. Es muy afortunada, dicen ellas, las cubanas, la mujer que encuentra un marido «que resuelve». Y si te pones a pensar, en eso consiste esencialmente la vida, en «ir resolviendo», resolviendo problemas,  y con esta medida te valoran. El tramo importante, la madurez, lo dedicas a resolver lo tuyo, lo de tus hijos, lo de tus padres y hasta lo de algún vecino desvalido, pero cuando las fuerzas te sientan en un sillón y la cabeza se adormila esperando la mano que te de la medicina, que te resuelva, cuando dejas de conjugar el verbo y a lo más lo sueñes en un futuro imperfecto, has llegado al final del camino. Y afortunado serás si alguien te resuelve algo.


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