Me da calor, me anima en horas bajas, me canta la navidad, me dice, por si no me he dado cuenta, cuando llega la primavera, me llena la vista de colores, me prepara buenos aparcamientos para que no dé vueltas, si tengo hambre me ofrece una mesa. Allí dentro me creo que no hay crisis. En verano, los días en que se derriten las calles, tú entras dentro y respiras al fresquito de sus pasillos y si te cansas mucho te sientas y ves la tele, que siempre hay alguna puesta.
Allí donde vayas, hay una bolsa con triángulitos verdes  que te lo recuerda. En cualquier sitio: en una manifestación, en una merienda, en la basura, en un restaurante, en tu casa, claro. Se ha mantenido inmutable a través de los tiempos y eso te da seguridad, te hace sentirte como en casa, te envuelve, te premia…, vamos, que quizás nunca será como una madre, pero un poquito más que los hijos, sí.


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