Me fascinaban. Cuando yo tenía como ocho años, ¿es posible tener un número de años de un solo dígito? No sé. Pues yo veía en nuestras ciudades turísticas, eso, viejos que, en autocares verdes y rojos, venían de Alemania, de Francia, de no se sabe donde, unos viejos que eran de colores, que tenían pantalón corto clarito, pelos rubios bien amarillitos, flores en las faldas, piernas y sandalillas al aire, y yo abría ojos como platos para empaparme de aquello, porque yo, después volvía a mi pueblo y allí estaban: la tía Petra, el tío Eugenio, la Eladia, todos, grises, con pañuelos bien anudados,  todos negros y una gotita blancos, como el NODO, eso era la tristeza, la España postguerrera, la melancolía…, pero mira que ahora, principalmente, veo yo en eso que hemos ido a más: nuestro viejos ya empiezan a ser de colores.


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