Hay momentos en tu vida en los que tu cuerpo empieza a enseñarte donde están realmente situados sus componentes interiores, aquellos que has visto en dibujos, en radiografías, a los que te refieres como algo tuyo pero no mucho, algo lejano que sabes que tienes, algo que no afecta a tu vida diaria. Tú controlas tus piernas, tus ojos, la periferia, pero un día hay un punto justo al final del esternón que te dice que allí está tu estómago y que te avisa, como sabe, que es con dolor, de que allí pasa algo, otro día un dolor en la cara avisa de que ahí habita un nervio que se llama trigémino y que te va a hacer la vida imposible, que tu cara no es sólo lo que te devuelve el espejito diario. Es lo que tiene el cuerpo, te da clases magistrales de anatomía.