Nueve meses ya. Nueve meses con la espada sobre la cabeza. Nueve meses de soledad, angustia, incertidumbre, desasosiego, de lejanías, de caminos marcados, de reducción de horizontes, de, por primera vez, plantearte lo cortito que puede ser el camino que te queda, de pensar cuantos abrazos y cuantas conversaciones se pueden quedar sin salir de ti…
Miras a tu alrededor y, nunca como ahora, tienes tan claro que todo lo almacenado sobra, estorba…, porque hay cosas, para ti tan valiosas y que guardas con devoción, pero que los que te siguen ni se molestarán en mirar ni siquiera un poquito. Tú quizás lo has hecho. No hay tiempo y hay qué ganar espacio, y hacer reformas, y vender, y comprar…
El ritmo es imparable. Tú no eres más importante que otros, y, si algo en el mucho haber vivido queda claro, es lo iguales que somos, aunque nos creamos únicos y lo pronto que desaparece el rastro de alguien tan especial…