En cada plaza, en cada esquina, en cada calle, en las plazas de toros, en los bares, y en cada casa, claro, hay un filósofo, un tertuliano, un sabio que cada día, sin dudarlo un momento, nos explica de qué va esto. Nos aclara, por qué abdica el rey, por qué la selección pierde, por qué el gobierno baja impuestos, por qué hay crisis, por qué sube la luz, en fin, todos los misterios de la vida. Es más, te cuenta, si te dejas, tu propia vida.
¿Cómo es posible que con tanto sabio, es decir, un sabio por español, todo funcione tan mal? No tiene sentido.
Menos mal que entre todos estos, de vez en cuando, muy de vez en cuando, me encuentro alguien que calla, escucha atentamente, y, después de pensarlo mucho y con prudencia, contesta acorde e inteligentemente, pero también, es verdad, que estos raros se les ve poco y se manifiestan poco, será que, en realidad, escasean, pero yo no pierdo la esperanza, cada mañana espero encontrarme alguno…