Nos han robado un año, Álvaro…
Un año tan importante para ti. Un año en el que has dado un gran salto. De tu colegio, al instituto. De tu infancia, a tu preadolescencia. De tu mirada franca, a tu mirada un poco huidiza, de aquel que teme algo. De tus juegos, a tus inquietudes. De tu plena confianza, a tu naciente desconfianza, a tus dudas. De tu carita infantil, a tus rasgos de muchacho que empieza a cambiar.
Este cumpleaños seguirá siendo como el anterior, sin abrazos de abuelos y, como te decía el año pasado, los abrazos de abuelos son escasos porque el transcurrir del tiempo los corta. Y son estos abrazos, estos besos, de los que ya nunca nadie te dará: los más generosos, los más desinteresados, los que llevan un cariño que no tiene parangón, los más de todo…
El virus ha hecho que este año, este cumpleaños, lleve otra vez, para nosotros, incertidumbre, tristeza, pesimismo…
Porque el cariño requiere cercanía y eso es lo que nos falta.
Un añito más, que creces, que avanzas, que aprendes. Ya tu entorno te ha dado armas suficientes para librar la dura batalla que empiezas “contra” la adolescencia. A ver si sales victorioso y reforzado en los infinitos valores que tienes.
Abuela, siempre, al tanto de lo que tú puedas necesitar: un consejo, un regalo, o unas buenas lentejas…
Tus trece siempre los recordaremos como el año del virus y como el año en el que se
terminó