Siempre me han fascinado las esdrújulas: su música, el ritmo, la largura, su magia…
Tanto que, siendo pequeña, tan pequeña que mi edad se mostraba sólo con un número, yo y mi amiga, en ese orden, porque en lo tocante a las palabras siempre mandaba yo, pues especulábamos imaginando qué seríamos cuando creciéramos y pudiéramos tomar las riendas de nuestras vidas. Yo elegía, para las dos, daba igual, solo necesitaba dos palabras sonoras, de colores, mágicas… Y busqué en mi cabeza algo oído o visto no se sabe dónde. Ya estaba: tú serás catedrática y yo taquígrafa. O al revés, qué más daba.
Nunca nos preguntamos qué significaba aquello, pero nos quedamos muy satisfechas de tener claro que seríamos eso justamente y no otra cosa que estuviera escasa de sílabas y falta de música…