Ene

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Trastos

Desde que puedes, en tu vida, empiezas a almacenar, a reunir, a guardar cosas. De muy pequeña tus pequeños tesoros: muñequitas, cajitas, mil juguetes viejos a los que estás muy atada. La adolescencia es tiempo de coleccionar, de guardar fotos de ídolos, mil objetos mágicos que te unen a momentos sentimentales.

Inexorablemente creces y la juventud es para tener y tener, mucha ropa, muchos zapatos, collares, bolsos…, todo se te hace poco para poder lucir. Llega tu madurez y ambicionas la mejor casa, el mejor coche, lo mejor para tus hijos. Tus hijos, sin remedio, se van, a reunir sus propias cosas, claro, y tú entonces te sientas, con esa tranquilidad que te da tener todo el tiempo del mundo, empiezas a mirar a tu alrededor, a recordar la procedencia y el afán de cada una de las cosas que te rodean, a examinarlas, a sentir su prescindibilidad, a sentir que te agobian, que  nadie, cuando tú no estés, las va a mirar como tú las miras, es entonces que sabes que es cuarto y mitad de tu vida, es entonces que empiezas a ser consciente de que el camino es corto, que lo que quieres es dejar lastre, tirar, eliminar, liberarte, hacerte leve y sin ataduras para levantar el vuelo.

 

Ese sería el resumen: media vida almacenando cosas, la otra media viendo el modo de deshacerte de ellas…


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