Para mí, Álvaro, la mayoría de edad de la infancia son los seis. Yo creo que, porque cuando yo era chica, a los seis se iba a la escuela, se acababa la libertad, empezaba la disciplina y las responsabilidades, las relaciones sociales sin tutela, otra vida, pero tú llevas en ella ya un tiempo. Sin embargo, en tu foto, en tu mirada, se ve un poso de madurez, de cambio de ciclo…
Yo ya tengo casi todas mis cosas hechas, a ti te quedan todas por hacer, pero no olvides que esto va deprisa y procura no dejarte ninguna sin terminar y procura, igualmente, elegir con sumo cuidado, las que quieres hacer y las que no te interesan porque, cuando pasa tu vez, ya malamente se da marcha atrás.
Te veo así: te entregas a lo más mínimo. Tienes pasión, es decir, eres pasión. Todo es un reto. No te importa lo accesorio, buscas la raíz siempre. No quieres perder nunca, pero tendrás que aprender a hacerlo o no tendrás suficientes lágrimas para llorar.
Tu admiración a tu padre me llena de orgullo. Tu mirada te delata. No quieres fallarle nunca. Para todo buscas su aprobación. No te separes nunca de él. Aún cuando tengas momentos, llegado el tiempo, de cuestionarle, vuelve a él. Siempre encontrarás su mano abierta.
Te queremos, Álvaro, tanto, tanto, como nunca podrás imaginar…