Abisinio: pues debería ser natural de Abisinia, pero en mi pueblo es sinónimo de tonto.
Abutagao: deformación de abotargado.
Acogotar: amedrentar, asustar.
Amaneao: se amaneaba a las caballerías atándole las dos patas delanteras para que no pudieran irse cuando estaban en el campo en libertad. Por extensión se les aplica a las personas torpes con las manos.
Amurriao: triste, deprimido.
Andorrero: callejero, que no puede parar en casa.
Aparranao: estar “tirado” en un sofá, estar cómodo sin mucho miramiento, sin hacer nada ni ganas de hacerlo.
Apuritamente: casualmente, sin pensarlo.
Arraclán: Alacrán.
Arramplar: llevárselo todo sin muchas consideraciones.
Arrebañar: coger algo, dejando poca cosa. Apurar la comida del plato.
Arrecucaíto: cobijado entre algo que da calor, como un bebé con su madre, o algún animal, también con la protección de su madre. Como la osa tiene a los ositos…
Arriatar: atar toscamente de forma segura alguna cosa o prenda de vestir con cuerda o hatillo.
Ataero: obligaciones inexcusables y penosas que te hacen difícil la vida diaria.
Atrepao: decidido, que no tiene miedo a nada, imprudente y un poco faltón.
Atufao: estado en el que te quedabas, al borde de la intoxicación, cuando, antiguamente, respirabas el aire cargado de CO2 que desprendían los braseros de picón.
Australiza: desastre, destrozo que quedaba tras una calamidad.
Aviarse: arreglarse los días de fiesta.
Avío: merienda o comida que se llevaba fuera de casa para comer en el campo u otro lugar.
Avisperito: agujerito pequeño en la ropa que, en aquellos tiempos, se cosía.
Azogue: la acepción que queremos destacar aquí es inquietud. Se les aplicaba a los niños que no podían estar quietos.