Hacía tiempo que no oía esa expresión. Mil años, desde que nevaba en abundancia y se helaban los charquitos de la calle, pero quizás ha sido por eso, porque este invierno ha vuelto a nevar como dios manda y los niños han roto el hielo con sus botillas katiuscas, por lo que ha vuelto también la frase, la oí ayer: “y tuve que sujetar a mi marido porque no sé lo que hubiera hecho con él” (él es la víctima, claro)
Eran las mujeres de antes, alguna queda ahora, llevando con firmeza la correa del marido-perro que nunca se sabe como puede acabar si se le provoca, porque para eso él es tan hombre, tan fuerte, tan macho, tan perro…
Se están extinguiendo, ellas y ellos, claro, porque no se entiende uno sin la otra, la otra sin el uno, son como uno solo, es el misterio de la santa dualidad, es decir dos personas distintas y un solo ser verdadero.
Qué no vuelvan con las nieves, que se queden en sus cuevas.