Se las pone en cuarentena, porque se vician, se contagian de aquello a lo que representan, pero bien es verdad que, una vez pasado el proceso de catarsis, las recuperamos y las hacemos valer con más fuerza, las volvemos a dar el lugar que tuvieron, incluso empleándolas con afán reivindicativo.
Se me ocurre como ejemplo la palabra maestro. En un tiempo profesión muy respetada y útil socialmente. Llegaron después malos tiempos para la cultura y el saber y el maestro se convirtió en sospechoso, ganaba poco y como consecuencia socialmente no brillaba. Cualquiera hacía una “carrerita” de maestro con poco esfuerzo intelectual. Así las cosas, la palabra fiel acompañante de la persona fue perdiendo lustre, nadie quería ser maestro, todos querían que les llamaran profesor. Hasta ahí, hasta hace unos años que hemos rescatado la palabra, la hemos sacado brillo, hemos echado mano de su etimología y, venga, otra vez a cumplir su función: enseñar, instruir, ser modelo…, a ver si puede ser.


Deja un comentario