Era el título de una película que recuerdo que me gustó, pero sobre todo me impactó el título. Para alguien amante de la lluvia como yo era muy triste lo de llover piedras. Pero, realmente, creo que es lo que está pasando ahora mismo: está lloviendo piedras. Piedras que van machacando ilusiones, logros conseguidos tras años de lucha, ímpetus renovadores, raíces que nos sujetaban cálidamente y ahora hay que romper, seguridades en el futuro que se atisba negro, energía para tirar hacia adelante, relaciones estables que no pueden aguantar carencias, bienes culturales que se derrumban por falta de medios, sistemas que nos curaban, sistemas que nos igualaban en las mismas oportunidades para crecer…

 

Cada una de estas cosas tan valiosas para nosotros, y que tanto esfuerzo común han necesitado para ir tejiéndose como el bienestar en el que, plácidamente, soñábamos, recibe su pedrada.

 

De estas heridas, hay algunas que curarán con el tiempo, pero hay otras por las que pagaremos eternamente: el maldito desarraigo. Ningún árbol crece si le cortan sus raíces.


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