Cuando se ha vivido en sombras durante muchos años, cuando, en ese entonces,  se acallaban las voces de los discrepantes y reinaba el silencio, cuando el camino a seguir era exclusivamente uno, chico y no libre, no puedes nunca llegar a pensar que el alboroto de unas elecciones próximas pueda molestar a alguien, que las voces mitineras hieran los oídos de nadie, que los carteles de las grandes  y forzadas sonrisas molesten. Unas elecciones democráticas son siempre una fiesta, son una nueva oportunidad para que los que no tienen foros hablen y pongan y quiten. Es, verdaderamente, una fiesta, y como tal fiesta hay que recibirla y disfrutarla cada uno desde su ventana.


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